lunes, 17 de octubre de 2011

I.dEsCeNsO

¿Charly? Charly es un buen tipo, un tipo guay. Es un tipo muy fuerte, muy capaz de intimidarte sobre un callejón en penumbra. Un tipo de bola de billar por cabeza, fuerte, corpulento, pero no tanto, pero sí, podría romper un bloque de hielo de 30cm de una buena hostia con la frente. Mediana estatura definiendo su altura, camiseta abotonada de mangas cortas por fuera y pantalones sobre piernas bajo ligera barriga abotargada. ¿Sus manos?, manos grandes, manos fuertes, manos como zarpas de oso sin garras ni pelos, duras como la piedra, oh si, puedes notar al darle la mano la presión de un montón de kilos que fuera de control podrían hacerte mucho daño cartesiano. Un tipo guay, un buen tipo, un colgado. Su cara de hipobuda dibuja a intervalos de mitad un rostro risueño y soñoliento de bebé gargantúa y una face atiborrada y abatida de límite infinito. Así es y más.
Las 23:00 pm, de la noche, Jim lleva 3 horas caminando al asfalto, con la decisión de un primerizo busca tela por aquí, tela por allá. Líneas imperfectas arrebujadas a ambos lados, líneas inquebrantables agolpadas en ambas aceras de tres en tres, de diez en diez. Jim, uno entre mil, uno entre un millón, tirando a infinito. Jim busca a un ser como a sí mismo por la mañana, sin saber dónde plantarse, sin querer dejar de ensanchar una circunferencia a través de la x que señala su hogar en un mapa.
Zig-zag a media noche, el tren rompiendo la maraña, el retoño a través del útero, cómodo para no querer salir, mas solo haciendo tiempo; tiempo para ver a Charly.
-¡Charly!, ¡cómo estás Charly!
-¡Hola dijo Charly!- dijo Charly
Cada vez que un desconocido entra, su cara se estira hacia abajo y su mirada en descenso inequívocamente encuentra una tarea que supervisar, como colocar unos vasos bajo la barra o regar un tiesto.
-¡Hey Charly! ¡Charly ponme una!
Charly coloca una sobre la Madera a la vez que su otra mano dirigida hacia el panel arrastra un interruptor un poco hacia arriba. La música empieza a sonar, empieza a hacerse notar.
¡Jim! Jim un poco decepcionado mira la cara larga de Charly mientras toma asiento en una banqueta. Allí no hay nadie, y cuando digo nadie quiero decir nadie más que Charly, yo y James.
James, un tipo guay, un buen tipo, un colega de puta madre, y también, o eso dice Charly. James, apenas puede articular dos monemas juntos, era obvio, nada más verle, sin embargo lo intentaba, lo intentaba y era gracioso observarle, y un poco cruel supongo en cierto sentido. James lleva una camisa azul de futbol, bermudas grises, las sandalias de Jesucristo en versión copia y una curda como para no acordarte del nombre de tu propio hijo.
-¡Cada vez hablas peor James!¡Cada vez te entiendo menos colega! ¡hahaja!- le dice Charly mientras le da tortas en la mano con su homónima de oso depilado y sin uñas- pin pin, haha ¡cómo sois los ingleses!
James es un tipo irlandés, además es profesor de inglés en un instituto privado de por allí y parece que está al borde del abismo.
-Ola, me yiamo yeimsss, ¡io soy yieims!
Jim duda un instante al estrecharle la mano; hacerlo como old classic o al estilo nouveau college. Resuelve extender su palma y dejar que James la agarre como pueda para evitar una, quizás, tensión superficial.
-¡¿Cómo va Charly?!
-¡Bien!
-¡Ah!
El sitio está desierto por completo, tres salas vacías con tres personas y una de ellas tan mermada como para olvidar el nombre de su propio hijo. Tan mermada como para llegar de cero a infinito en lo que canta un pavo. Tan mermado como para transfigurarse a un arlequín sin dudarlo a la vista de otras dos personas, pero los arlequines pueden ser ágiles, su curda era de un límite amplio.
-¡Charly!¡ Qué te cuentas!- dice Jim.
-¡Mira, este es James!- ya, dice Jim- ¡Jaja, un tio guay!¡de confianza jaja!
El entreacto de Charly es beber como un iconoclasta de su tubo un líquido traslúcido, un poco opaco, de color caoba y con cuatro hielos.
-¡Ja ha!¡fischhhhh, pin pin, pin floyd!
-¿Gomo te iammas!- James le pregunta a Jim con toda la cara roja y negra.
-¡Jim tio! ¿qué tal!- responde Jim a James.
-Pschh
-¡JAJJAAJja! ¡estos tíos ingleses o escoceses!...¡qué buen tío oye!¡es un buen tío! ¡de confianza, lo verás!¡haha!¡plusch pluscht, pin floyd!- dos dedos de paz en sus manos.
En su cabeza, bajo el techo craneal de Jim, justo ahí, se formula la siguiente pregunta: ¿quíen está peor realmente? Charly no cesa en llenar su tubo apenas acabado. Afuera no deja de pasar gente, pero nadie entra. La chapa metálica sobresale desde la parte superior en el umbral. La obscuridad de aquel antro y el mismo CD de música, por otra parte de puta madre, repetido hasta la saciedad parecen no ser un gran cebo para los jóvenes bien avenidos que siembran las calles de la ciudad con sus culos de marca y sus botellas de licor y refresco original. Dentro espera el desconocido mundo del antro excesivo y apagado que los padres odian a muerte y los curas también y los políticos y muchos más, el declive de la sociedad que una vez tuvo algo pero que lo perdió por no coser a tiempo un agujero en el bolsillo, en pantalla grande y butaca a primera fila, Pompeya dejada y solitaria de acroteras de cartón piedra junto a un volcán lleno de vómito muy caliente. Sólo la contemplación de las almas que allí penden puede ser catalogada como perversión voyeurista de un escritor de bajos fondos.