martes, 24 de julio de 2012

iNeViTaBlEmEnTe

Cada día está lleno de gestos, hechos y señales que pueden derivar en urticaria melancólica. A veces pienso de qué coño vale desahogarse marcando teclas o moviendo una pluma, ahondando en las heridas ya no encuentro consuelo. Tiempo atrás las abría con los dedos para ver de qué estaban hechas: sangre, sangre, sangre… Definitivamente uno de mis mayores hobbies ha desaparecido con la edad y el inherente cansancio que la acompaña. ¿Y si te digo que paso de vivir? Que pensarías de un joven muchacho que no sólo no quiere conocer a más gente sino que quiere olvidarse de una gran parte de la que a estas alturas ya conoce. ¿No pensaríais que ese chico tiene algún problema? Suelo despotricar con asiduidad y vehemencia tales que a menudo se me escapa el sujeto de las manos, finalmente se convierte en una diatriba sin sentido. Onda aérea, trémula y etérea, acompañada de una voz agrietada, y un silencio en seco. No en vano prosigo escuchando quejas, mas reniego de la actualidad, procuro abstraerme del mundo al que me dirijo sin fuelle, pues la verdad es completamente ajena. Lo único que habito es un cuerpo, mundano y por ello marcesible. Simplemente tú, simplemente yo…reflexiono en un vacío de horas tachado de infructífero. Lo que cuento tiene lógica relación con el presente, pero mi autocensura gobierna sobre el circo atemporal que es la conciencia, no tiene reparo en salir de vez en cuando de su escondite bajo unas capas de piel y hueso, pero tampoco repara en la idea de aislarse para siempre. Las calles, los carteles, las pantallas, las personas, los objetos… se abarrotan de ideas, símbolos y acciones que empujan a uno a seguir la senda del anacoreta en una inevitable carrera sin rumbo ni meta.