lunes, 31 de mayo de 2010

gLiSsAnDo

I. TONY

-Me voy a tirar –dijo Tony.
Nos reíamos sin control, él apoyado en el borde del Maremagnum estirando la pata como intentado tocar el agua.
-Pues yo no te saco –dije y empecé a buscarme en los bolsillos.
-¡Que me tiro!
Tony estaba eufórico después de bajar la rambla corriendo y cubiertos de papel higiénico los dos. Las rameras, los moros, los chulos de discoteca. Se quedaron flipando.
-Hazte un peta men –dije.
Tony se incorporó y me lanzó la piedra.
-No tengo tabaco –dije a Tony.
Entonces proseguí mi jácara risueña. Imaginé de nuevo a Tony cogiendo antes aquella paloma como hipnotizada y llena de virus psicológicos. Eso fue antes de ver el árbol sobre el respiradero. Una auténtica obra de arte. Se conoce que algún genio había lanzado rollos de papel de culo por las ramas y aquello parecía una tela de araña de váter. Se movía de forma que ningún chico impresionable bajo varios efectos psicotrópicos podía haberse resistido a mirarlo durante un buen rato. Estaba un extremo del rollo en la acera, lo agarré y entonces sentí como magia. Me metí bajo él y empecé a saltar botando y a lanzar chuts imaginarios de cabeza. Tony estaba por los suelos, no podía ni aguantar su cerveza en vertical y se la estaba derramando por el hombro. “Entra tio, esto es…” dije. Tony se levantó y se subió los pantalones, vino acercándose con andares de zombi de la compresión abdominal que estaba sufriendo y entró en el cubil arácnido. Los dos empezamos a girar chocándonos los brazos y envolviéndonos entre el papel de rollo. Unos veinte minutos después de botes y amagos de suelo teníamos toda la instalación urinaria encima, pegada por el cuerpo. Le di unas palmadas en el hombro a Tony. Nos miramos. Entonces empezó la carrera.

II. DOS SEÑORITAS

De repente Tony salió a la carrera como alma endemoniada cubierta de papel de rollo y gritando vocales. Yo le seguí. Cuando le alcancé por Canaletas habíamos visto unas 8 veces a los Mossos de Escuadra. Uno le dijo a su pareja “qué monos”, otro dijo “eh!” Pero en segundos ya estábamos lejos.

-Pues yo tampoco macho –dije- no me queda fito.
Una mirada de incomprensión con las bocas poco abiertas y suficiente para romper el elástico de la seriedad. No podíamos ni tragar aire.
-Creo que debo concentrarme para respirar por la nariz.
Tony dijo esto pero no de seguido, más bien con un tartamudeo de enfermo bronquial, casi echando la pleura y babeándose por la barbilla. Yo estaba parecido. La media hora que siguió fue bastante sencilla: constantes subidas y bajadas intercalando ejercicios estáticos de contorsión. Rápidas pasadas entre dos sonidos por los que pasaban también todos los posibles sonidos intermedios.
Al poco rato surgieron como de la nada dos esbeltas señoritas que se sentaron a cierta distancia. Nosotros quedamos en silencio mirándolas un poco, si acaso podíamos ver. Tony se acercó hasta mí y dijo:
-Mira.
Se agarró a mi pierna y soltó un leve gemido hilarante.
-Ya veo.
Posiblemente no habría mucha gente por los alrededores a esas horas y menos un día laboral. Parecía entonces como si los focos se hubiesen encendido y las cámaras estuvieran bien enfocadas y colocadas, nosotros listos y dispuestos a actuar, y el tipo que sujeta la pizarra esa, que dice escena tal y toma cual y luego acción, justo en medio del cuarteto, preparado para decir la palabra.

III. ¡ACCION!

Tony iniciaba la comedia. Se sentó bien y dijo:
-Hola, ¿sois de aquí? Acercaros un poco hombre –así de buenas. Empezó a reírse. Yo le miré y lo mismo.
Las jóvenes princesas, o promesas, o propuestas, porque apenas podíamos diferenciar en aquella noche abierta una piedra negra de una cucaracha, aunque nos manteníamos con cierta cordura y elegancia, también rieron como chicas y se dijeron algo, entonces se acercaron un poco más. A medida que se acercaban iba recuperando plenos poderes sobre mis ojos pudiendo así definir a ese exquisito dueto: la primera de ellas era pequeñita pero de buena composición, pelo negro liso y nariz discreta, sonrisa amplia de blanca sinceridad y unas manos finas con el posible encanto de un toque ingenuo. Tendría seguramente uno o dos años menos que yo y por tanto también que Tony. La segunda era una jaca alazana como en el abisinio, largos bucles castaños sobre castaños ojos directos en vaqueros ajustados. Ella sería de mi edad y por lo tanto menor que Tony. Ella fue la que se sentó a mi lado. Tony por su parte parecía estar encantado con la otra dama, reía aun de forma más desenfrenada y de vez en cuando daba palmadas al suelo. Pensé que de qué cojones hablarían.
-¿Cómo te llamas? –dije a la que encantadamente me había tocado en la rifa.
-¿De dónde sois? – me preguntó ella sin esquivar para nada mis miradas perturbadas.
-¿Y qué haces? –contraataqué tocándome un cordón de la zapatilla.
-¿Y qué te parece? –conquisto me en un segundo su sonrisa.
-Pues me encanta –dije rendido ya a las evidencias- ¿Tienes un cigarro?
Sacó su paquete del bolsillo lateral de la chaqueta y me dio a elegir. Me hice un buen chusco. Mientras tanto, mi querido Tony estaba como en asuntos internos. Me alegré por él y por el chusco a cara perro que me iba a encomendar bien a gusto hacia la casita de una joven princesa abisinia. Ni siquiera había empezado a cobrarme mi pieza y ella ya estaba encarnizada lamiéndome la oreja. Di una calada.
-Si, está de puta madre. ¿El puente este se levanta o qué?
Verdad que mi puente estaba ya izado pero la chorrada no venía a cuento. Ella había terminado ya con su chupeteo, cogió el chusco de mi mano y me echó el humo lentamente por la cara. En calmosa melodía acordes de novena y suaves toques eléctricos. La ruleta de colores dando vueltas y yo como en la india, psico-manso, en torno al sitar, sobre cojines, escuchando glissandos.
-Oye –dije-, te gusta Hendrix o que.
-¿Quién? –respondió ella.
A tomar por culo.

IV. DESPERTAR

Aquella mañana me desperté y fui a mear. No sabía exactamente dónde estaba el baño porque sólo había estado una vez en mi vida. Aquella casa era un auténtico piso-palacio. Ya en el baño, había una lata de cerveza encima de la taza, y esta abierta. Me puse a mear en la lata y a pensar en Tony, ¿qué habría sido de él? ¿Habría escuchado glissandos también? ¿Dónde cojones habría aparecido? Pensé que sería bueno volver a la cama con la doncella, pero me fui al salón, de cuyo paradero tampoco me acordaba exactamente. Cuando lo encontré, allí, sobre la mesa, estaba la materia. Me hice un chusco para relajar. Me vi aquella misma larga noche diciendo “me encanta” y estuve un buen rato riéndome sólo porque , a pesar de todo, en el fondo, me había quedado un poco defraudado.

viernes, 28 de mayo de 2010

qUé hAy dE mAlO eN eLlO

¿Qué hay de malo en ello?, creo que nada, eso pienso.
Esta tarde estuve sentado en un banco en la plaza, me di un poco de tiempo para reflexionar sobre mi futuro. El futuro. No puedo saberlo, que va. Entonces me ha cagado un pájaro y yo me he levantado esgrimiendo mi brazo y blasfemando.
El futuro: cuando pienso en el futuro me parece estar nadando bajo el agua del Atlántico. Cuando intento abrir los ojos la sal se introduce por todas partes, a veces no sé como lo soportan, mis ojos. A toda costa quiero ver bajo el agua del mar, me cago en mí si no lo hago, a ver si encuentro un pez, entonces me pica y lo veo todo borroso, leches, y a veces estoy tan concentrado que me revuelvo intentando aguantar, es entonces cuando a veces me escapo a mi control y le echo un trago al caldo, Dios Santo, ¿el futuro sabe así?
Nada, poco se consigue ver cuando nadas en el caldo del mundo. Dependiendo del sitio el caldo es más azulado o incluso verdoso del plancton y las algas descompuestas. En algunos sitios igual hay una silla de playa oxidada o un pañal de niño flotando, varias veces me he encontrado bocatas de chóped y otros embutidos con su papel metálico y todo. Yo he nadado entre esa basura, claro que si, más cosas incluso, he intentado ver debajo del agua y sólo hay partículas diminutas pululando, no he sacado nada en claro. Luego, si buceas suficiente o lo que haga falta, llegas a la arena. Pero la arena no me dice nada, aunque es suave.
Mi futuro es incomprensible, y seguramente el suyo también a no ser que sea un gran heredero o un majara con las ideas sueltas. Miro en el futuro y la sal resbala por mis cuencas. Me pican los ojos al imaginarme por ejemplo con alguien. ¿Quién sabe dónde va a acabar uno durmiendo? ¿ o a quien va a encontrarse uno después de tirar de la cadena?. Ni siquiera Uno lo sabe.

Futuro…futuro….me vuelvo furibundo. Es que no se porqué cojones pienso en él, si es que no sé ni quien es ese futuro ni qué es, es que no quiero ni saberlo, es que lo se, es que sinceramente paso.
Algo que predices y que no llega a ninguna parte: el futuro. Negrísimo como mis plantas cuando camino por el piso en el que nunca se limpia, ni siquiera se si algún día barreremos el suelo. Después de hablarme de ello tengo que tomarme una cerveza.
En la plaza no hay porque es una rotonda, y joder, la necesito. Ojalá que fuésemos más disolutos y que se creasen fuentes escanciadoras, al fin y al cabo tiene un gran contenido en agua ¿no? Para aquellos que reflexionan sobre el asfalto y luego se dan cuenta de que no saben dónde están. Luego si, pero al principio no. Una gran ayuda para el que camina errante y sobre todo que camina entre errores, entre irraciocinios también y entre deseos en potencia. Seria de alucine.
Sólo necesito un trago y ahora no será fácil conseguirlo, si hubiese ido a la plaza de verdad, rodeada de baretos, no aquí entre pitidos y rebufos. Si es que soy idiota, así es que es mejor ni pensar. Pero claro, no pude preverlo o mejor, se me olvidó imaginarlo. Por eso prefiero ni pensar en el futuro, porque pienso en el pasado y me da cosa en el orgullo de las estupideces que he hecho y que volvería a hacer.
De todas formas, no hay tanta cosa mala en el rayarse, sobre todo si tienes una cerveza. Las cosas más sencillas, la meditación, deben estar acompañadas de algún ingrediente estimulante, si es así la meditación va haciendo una especie de curva y uno no la recorre paso a paso, se desliza a través de ella viendo un paisaje distinto, que no está nada mal la mayoría de las veces. Realmente tan solo estás ahí sentado o apoyado y mirando a algún sitio, pasa alguien y parece como si atravesases su persona con la mirada y supieras todo de ella, o te cuestionas el tiempo, las dudas , las chorradas, las penas, y todo el conjunto de ideas espontáneas se quedan flipando ante tus auto razonamientos, espontáneos también.
El futuro es lo que sobró del pasado, lo vi una vez no sé dónde y bueno, esta interesante. Al final la conclusión es certera y te permite seguir adelante. Seguir sentado o apoyado en cualquier sitio, siendo el centro de un pequeño terreno gobernado por tí, que nadie puede entorpecer ni interferir aunque lleves una cagada de pájaro en el hombro de la camisa. Rayarte un poco, eso sí, sobre nada de otro mundo. Porque no tiene nada de malo, eso pienso.

lunes, 24 de mayo de 2010

pOeMa mOdErNo

Perdió sus gafas.
Se pasó medio día buscándolas.
Cuando las encontró estaban sencillamente bajo sus pies.
En fragmentos sus falsos ojos desgarrando el parquet.

Torcidas sus piernas como en un atropello.
A la basura con ellas o a la galería de los desperdicios.
Nulo objeto destruido,
ya no se pueden usar pa nada.

Desolada la mirada en 2 segundos mas no eterna.
Profesó el rencor hacia el espejo.
Su objeto de reflejos vacío por unos días.
Se quedó sentado laaaargo tiempo.

Su nevera completamente vacía.
Su corazón completamente seco.
Su destino completamente previsto.
Su mirada completamente rasgada.

Su cuerpo inerme y ninguna dirección en el horizonte.
Exánime y desesperanzado.
Un animal paralizado.
Una ánima sin descanso.

Nota:
denomino a esto poema moderno porque me parece estúpido,
porque lo más que hace la modernidad con las artes es masticarla y escupirla con una parrafada de pedantería, por otro lado mi animadversión por lo moderno (seguro que a escepción de algún resquicio) es bastante generalista.
Este escrito trata sobre un tema superfluo,
carece de métrica o norma alguna,
no se ha pensado,
no se ha depurado,
se fabricó de pasada con el recurso más utilizado en el mundo contemporaneo,
la repetición,
apenas el sentimiento que se expresa por el tema llega a ser ridículo,
por eso mismo: POEMA MODERNO, porque apenas quiere llegar a ser poema y porque lo vomité hace unos dias.

miércoles, 19 de mayo de 2010

eL rElAtO dEl aBsUrDo

Aquel que destrozó sus ideales dijo un día: “creí que esto sería como ser libre”
Un día aquel que dijo retorzamos los temas tabú y machaquemos el rubik, aquel que un día en que cayó por las escaleras de una iglesia fue recogido por un tipo harapiento entre monarcas y mojó su pan en un charco de barro para entregarlo a ver si alguien condescendía fue preguntado: “¿cuál es el sentido de la vida?”
Aquel le preguntó a un perro callejero que vivió siempre de la basura de los templos terrenales y el perro aquel que un día bajó al jardín y le cerraron la puerta en el hocico, un día como nunca fue aquel en que arrebujado junto a un calentador le dieron pan con leche, que creyó ser olvidado y salió de su jardín para adentrarse en otras calles como aquella en que aquél día un hombre distinto a aquel que reflexionaba buscando soluciones a sus males de corbata, andaba suelto por el aire y se encontró cayendo escaleras abajo en un convento de patriarcas, aquella caída, diferente a aquella en que uno una vez se vio paralizado de dolor pues perdió la apuesta en que aquel día un perro bajó a la calle y se cagó en su amo ante el mundo de los desheredados para perderse en él y morderse hasta morir, una apuesta que en su ego pareció estar ganada pero que atrajo más males y que no le dejó dormir por largo tiempo, le arrojó a un submundo fanático, aquel perdido en que uno se retrae y escupe incluso hacia las flores,
en que un día una mano surgió de entre la tierra y aquel que se negó la agarró con fuerza para ser conducido por entre raíces y fango a la teoría de la destrucción y de la muralla de huesos , aquella donde tantos perros roen tibias y vértebras vengándose de las razas que allí yacen, salvo aquél al que preguntaron un día tal que hace demasiado para que un perro se acuerde pero que tenía algo que ver con una vida que no eran más que huesos rotos y uñas mordidas en aquellos recipientes de colores que sólo saben ser girados por algunos que nacieron de una bolsa de seda y que otros tales como aquel que se come a sí mismo y ofrece sus despojos al resto los retuercen y corrompen hasta borrar el significado de sus marcas y quitarle el sentido de banal entremés que es lo único que poseen y que es de hecho suficiente,
aquel que un día tal que aquel en que un hombre caído y humillado ante los cielos y sus súbditos se encontró con aquél perro que es el mismo y que sólo él fue capaz de morder el pan que ni él mismo quería pero que mordió como si fuese divino, aquel que fue preguntado por un hombre macilento y obsesivo que cayó para empezar a mirar dentro de las cosas, una pregunta carente de sentido para él pero tan verdadera como la fuerza de la pasión con que la oró de tal forma sólo porque sabía que aquel que escuchaba posiblemente no lo hacía y si lo hacía seguramente no entendía, mas su gesto debió ser universal pues su oración tembló entre las columnas del pórtico donde fue a caer como jaculatoria penitente, y la pregunta fue respondida por el perro con unos ladridos:
¿cuál es el sentido de la vida? y el perro le ladró como ladró aquel día hacia las ventanas de aquella casa la de su amo en que aquel que sólo sentía por la ligereza triste o alegre de los instantes, aquellos que le pedían una reacción y que después, como aquel que baja la mano cuando satisfacen sus deseos, desaparecen para dejarlo en la feliz irreflexión, ladró fuertemente como aquel día, rebajando sus instintos y perdonando a aquel que en aquel día le condenó para siempre, y el hombre aquel que fue recogido por alguien que no conocía pero que sin saberlo era más desgraciado y superior a él y que un día había sido expulsado de su legítimo reino sin saberlo, respondió a sus ladridos:
“ ¡exacto! el por qué estamos aquí y su naturaleza funcional no son más que egocéntricos deseos de saberlo todo y sus respuestas grotescos ruidos emitidos con pero sin sentido, y como aquel día en que me destrocé a mí mismo preguntando a mis semejantes por cuestiones fuera de todo alcance, hoy vuelvo a caer de la torre de mi falso paraíso para arrodillarme ante un sucio y digno animal y decirle que tiene razón pero que no puedo entenderle y que jamás podré hacerlo”.

sábado, 15 de mayo de 2010

dEcIsIóN iNcOhErEnTe

He decidido no decidir nada, que me tiren al Niágara con un salvavidas pinchado si quieren. Si soy sincero, me es mejor que un loco lleve las riendas de mis decisiones por mí, no diré que él es el loco y admitiré que era mi guardián si me lo preguntan.
Seré el hombre apedreado, venga, riéndome de todos y todos riéndose de mí. Llegará el momento en que de tanta risa alguien rompa su diafragma, y todos nos reiremos de él.
No decidiré nada, pero decido no decidirlo por ahora, de esta forma estas palabras serán mentira, nadie las tomará en serio. Simplemente una nota mental: no te decantes, no decidas decantarte, a la ligera y en bruto corre esquivando opiniones.
Sólo he de tener una cosa clara; una mala decisión me conduce a un martirio. Aunque no sé si estoy de acuerdo con esto. Una decisión errónea tiene un recurso de redención por el valor de un intento.
-Pues a mí me parece que un intento reduce su valor lo menos a la mitad si su objeto se pierde. Entonces te quedas sólo con el intento, de una forma eso es experiencia, que gran verdad, pero si la cagaste es que no eras tan listo.

Si el intento se reduce a cenizas la decisión se volvió absurda. Así que prefiero dejar las cosas en el suelo, si hay cuesta que rueden, si al bajar la cuesta se estrellan contra algo que así sea, y si abajo hay llanura pero desgraciadamente antes pasa una mula y lo rompe todo de una pisada, o un halcón las coge, las sube y las suelta al vacío, pues nada tío, seguro que algo siento y quizás me inspire.
Si suelto esas cosas en un terreno nivelado ahí se quedarán, yo me iré y pasará cualquier cosa. Igual vuelvo un día y las cosas estarán o no.
-¿Si un intento no decidido sale bien, adquiere el mismo valor que un intento decidido que falló? ¿si es así, podría ser por el hecho de que el primero supuso una ganancia anímica sin apenas esfuerzo y que el segundo, del que no se obtuvo nada, generó la idea del “soy capaz de todo”? Pero qué digo ¿y cómo se decide un no-intento?, mejor dicho ¿cómo se intenta una no-decisión?.
Creo que si un intento falla y no te quejas hete aquí el triunfo. Si no te quejas nunca no tendrás ni que tomar decisiones. No serás responsable de tus actos, lo será…un árbol quizás. El único fallo que tendrás consistirá en que vives dentro de un mundo falible.
-Míralo de este modo: yo no decidí en qué mundo quería respirar.

jueves, 13 de mayo de 2010

Observaciones, Jóder, y al final un gato

Para empezar pon una fecha: 5/3/1998, así ya tenemos sin más un lugar en el tiempo. Después añade un espacio físico para la pertenencia: Praga, ya tenemos las dimensiones necesarias para despotricar y narrar. Podías haber elegido cualquier cosa: 1/1/2001 Arizona o 69/325/53 Dixieland, a quién le importa. Ahora cuenta lo que quieras.

Esta tarde caminaba por la calle Matrec y me encontré con él. Estaba mirando el escaparate de una carnicería mientras el dueño cortaba tendones a un cerdo una señora. Me acerqué y sin decir nada me puse a su lado. La broma del amigo desconocido en el encuentro inesperado.
Le miraba con disimulo, él electrizado con un cacho de carne en el cerebro.
A medida que bajaban los machetazos yo me aburría más y más, él no se enteraba de mi presencia. La señora nos miró: él estaba con los ojos medio cerrados y las manos contra el cristal y yo le miraba fijamente de lado. Percibí que bajaba la mano y se la metía en el bolsillo del pantalón, la mano se movía ahí dentro, en su cara nada cambiaba. ¡¿Se estaba tocando?¡. Le puse la mano en el hombro : “Jóder, tu por aquí, qué haces” . En ese mismo instante pasó un coche, lo suficientemente rápido como para no llegar a ver quién me golpeó con algo en al espalda. De ese algo oí un sonido de algo al romperse, cristal, si. Resultó que curiosamente algún hijo puta me había lanzado una copa de vino a la espalda.
-Menudo hijo puta- me quité la camisa, había una pequeña mancha rosa.
Jóder salió de su cueva en el psique con mi reacción. Sacó su mano y me la ofreció para estrecharla. Por supuesto que la pana de un pantalón es algo gruesa pero aun así los escrúpulos te hacen dudar. Se la estreché con fuerza. Calentita la tenía, su indecorosa mano.
En ese momento el lugar se estiró y se contrajo rápidamente como el elástico de la liga de la puta de la puerta de atrás del piso de enfrente de mi casa que está medio derruido.

Cuando caminaba por la Rua de Stepa era totalmente ajeno a la cantidad de orificios y ventanales indiscretos desde los cuales alguien podría observarme si quisiera. Yo escupía muy a menudo mientras fumaba, mi asquerosa manía no era más que el vestigio traumático de una imagen con cáncer pero y que. Yo iba caminando y entré en la plaza de Kopequa, cuando estaba por el centro, acechado desde los balcones de bronce y sus algas colgantes, carraspeé, aspiré hondo, contraje los hombros y solté un maestro gargajo de elasticidad 70%.
De las matemáticas recordaba raíces, matrices, permutas y otras mierdas sumamente interesantes e inusualmente aplicables en la vida de a pie, pero los vectores siempre fueron un objeto transparente al que miraba y sólo veía pájaros.
Toda fuerza ejercida en la plaza Kopequa recibe mínimo la influencia de dos fuerzas: gravedad y viento. Yo aprobaba con cuatro y medio.
Entonces, en su deseo y haciendo una cesura al aire el gargajo se voló hacia la izquierda y me dio en el hombro. No tenía con qué limpiarlo, ¿la manga? ¿la mano? ¿arrebañar lo con una llave?. Me pareció que lo más higiénico sería acercarme el hombro a la boca, absorber el efluvio y volver a expulsarlo modificando las coordenadas. Lo que hice fue restregarme la manga al hombro y luego la manga a la pierna, aun así quedó una especie de escama brillante.”Que mierda” pensé. Cuando empecé a rasgarlo con la uña me pareció estar haciendo el tonto allí en medio. Miré a todos lados en busca de personas observando, testigos de mis vastos momentos, pero nadie había y tuve una sensación ambiental de hipocresía.
Reanudé la marcha tan campante en el esplendor del comportamiento natural y forzado, los oídos quemando y el cuello tenso. Antes de llegar al pórtico noté algo rebotar en mi cráneo, algo me cayó en la cabeza. Me habían tirado una colilla encendida, por lo menos eso parecía. Me toqué el pelo con la palma y me acerqué la mano. Olía a cerdo.
-Menudos hijos puta.
Siempre hay alguien observando.
Herido en lo que conocía como orgullo volví al centro de la plaza y me quedé cosa de diez minutos quieto, expectante, sobre todo miraba al lugar desde el que creía habían lanzado la colilla, pero miraba en general a todas partes. No se movió ni una cortina.
-¡En aquella casa vive un cerdo!-grité- ¡un cerdo maricón!- lo solté a la ligera sin dirigirme a ningún sitio concreto y sin señalar, a la comunidad, simple sentencia buscadora de alusión u ofensa.
Lo menos veinte balcones se abrieron entonces dejando ver las cabezas de sus nobles inquilinos. Alguien dijo “¿qué dice?”. Alguna mujer se asomaba a través de algún hueco entre las cortinas. ¿Habría visto alguien mi ridículo derrame?, quién lo duda…

-…lo que quiero decirte con esto- volví en mí y no me di cuenta- lo que quiero decirte es...
-Si no me has dicho nada.
-Jóder, qué dices- le dije a Jóder.
-No has dicho nada- y me soltó la mano.
-Bien, pues ten cuidado Jóder, nunca sabes quién te escruta, no seas tan pervertido o alguien te denunciará por alterar el orden público –me quedé unos segundos asintiendo tal que hace un listillo mientras que él se volvió otra vez hacia el escaparate.
La señora llevaba rato turbada por la presencia exterior. El volvió a meter la mano en el asador, yo ya no sabía en qué pensaría, si en la carne o en aquella misma señora cuarentona.
“Sin remedio” le dije, pero creo que no me escuchó.
Me largué, quería pasarme por la taberna de Josef, gran licor de hierbas. Con un trecho andado me giré y vi a Jóder y al carnicero uno frente al otro y haciendo ambos aspavientos, en fin, seguí caminando. Mientras, pensaba en cuántas señoras, sin trabajo ni aficiones, habría recorriendo sus casas mil veces como hormigas, mirando por las ventanas, buscando algún hecho llamativo que interfiriera la paz de cualquier viandante.
Luego fue cuando noté una aguja de hielo introducirse en mi pie. Unos de los cristales de la copa se había clavado en mi zapato y acababa de atravesar la suela y un tendón. Pensé en Jóder y le maldije.
A mi lado la entrada al garaje de una casa particular, en medio había un gato de pelo negro, giré la cabeza, lo vi, y nada más verlo él giró la suya y empezó a lamerse. Le dije al gato: “no disimules”.
Pensé que el gato podría estar pensando: “estos humanos”… o quizás pensó: “miau”.