miércoles, 19 de mayo de 2010

eL rElAtO dEl aBsUrDo

Aquel que destrozó sus ideales dijo un día: “creí que esto sería como ser libre”
Un día aquel que dijo retorzamos los temas tabú y machaquemos el rubik, aquel que un día en que cayó por las escaleras de una iglesia fue recogido por un tipo harapiento entre monarcas y mojó su pan en un charco de barro para entregarlo a ver si alguien condescendía fue preguntado: “¿cuál es el sentido de la vida?”
Aquel le preguntó a un perro callejero que vivió siempre de la basura de los templos terrenales y el perro aquel que un día bajó al jardín y le cerraron la puerta en el hocico, un día como nunca fue aquel en que arrebujado junto a un calentador le dieron pan con leche, que creyó ser olvidado y salió de su jardín para adentrarse en otras calles como aquella en que aquél día un hombre distinto a aquel que reflexionaba buscando soluciones a sus males de corbata, andaba suelto por el aire y se encontró cayendo escaleras abajo en un convento de patriarcas, aquella caída, diferente a aquella en que uno una vez se vio paralizado de dolor pues perdió la apuesta en que aquel día un perro bajó a la calle y se cagó en su amo ante el mundo de los desheredados para perderse en él y morderse hasta morir, una apuesta que en su ego pareció estar ganada pero que atrajo más males y que no le dejó dormir por largo tiempo, le arrojó a un submundo fanático, aquel perdido en que uno se retrae y escupe incluso hacia las flores,
en que un día una mano surgió de entre la tierra y aquel que se negó la agarró con fuerza para ser conducido por entre raíces y fango a la teoría de la destrucción y de la muralla de huesos , aquella donde tantos perros roen tibias y vértebras vengándose de las razas que allí yacen, salvo aquél al que preguntaron un día tal que hace demasiado para que un perro se acuerde pero que tenía algo que ver con una vida que no eran más que huesos rotos y uñas mordidas en aquellos recipientes de colores que sólo saben ser girados por algunos que nacieron de una bolsa de seda y que otros tales como aquel que se come a sí mismo y ofrece sus despojos al resto los retuercen y corrompen hasta borrar el significado de sus marcas y quitarle el sentido de banal entremés que es lo único que poseen y que es de hecho suficiente,
aquel que un día tal que aquel en que un hombre caído y humillado ante los cielos y sus súbditos se encontró con aquél perro que es el mismo y que sólo él fue capaz de morder el pan que ni él mismo quería pero que mordió como si fuese divino, aquel que fue preguntado por un hombre macilento y obsesivo que cayó para empezar a mirar dentro de las cosas, una pregunta carente de sentido para él pero tan verdadera como la fuerza de la pasión con que la oró de tal forma sólo porque sabía que aquel que escuchaba posiblemente no lo hacía y si lo hacía seguramente no entendía, mas su gesto debió ser universal pues su oración tembló entre las columnas del pórtico donde fue a caer como jaculatoria penitente, y la pregunta fue respondida por el perro con unos ladridos:
¿cuál es el sentido de la vida? y el perro le ladró como ladró aquel día hacia las ventanas de aquella casa la de su amo en que aquel que sólo sentía por la ligereza triste o alegre de los instantes, aquellos que le pedían una reacción y que después, como aquel que baja la mano cuando satisfacen sus deseos, desaparecen para dejarlo en la feliz irreflexión, ladró fuertemente como aquel día, rebajando sus instintos y perdonando a aquel que en aquel día le condenó para siempre, y el hombre aquel que fue recogido por alguien que no conocía pero que sin saberlo era más desgraciado y superior a él y que un día había sido expulsado de su legítimo reino sin saberlo, respondió a sus ladridos:
“ ¡exacto! el por qué estamos aquí y su naturaleza funcional no son más que egocéntricos deseos de saberlo todo y sus respuestas grotescos ruidos emitidos con pero sin sentido, y como aquel día en que me destrocé a mí mismo preguntando a mis semejantes por cuestiones fuera de todo alcance, hoy vuelvo a caer de la torre de mi falso paraíso para arrodillarme ante un sucio y digno animal y decirle que tiene razón pero que no puedo entenderle y que jamás podré hacerlo”.

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