martes, 12 de noviembre de 2013

dEsCaNsA eN pAz

Caminé sin rumbo. Otra vez, evitando esquinas y curvas. Cogí la primera recta y la destrocé.

Ralentizado por una carga invisible, pero percibible por un animal irracional. Un paso cada 2

segundos, cada 3 segundos...parece que retrocedo. No me paro. Lo que intento es alargar el

momento. El problema está en llegar al final o, sin alcanzarlo, llegar bastante lejos. El

problema es que al llegar a ese punto, ya lo has olvidado todo. Las heridas empiezan a supurar

y a cerrarse. Sólo queda la vuelta a casa, o a donde sea. Un regreso que no tiene sentido.

Fuiste tan lejos simplemente para olvidar un pensamiento. Cuando lo olvidas no sabes qué hacer

ahí. Por eso no tiene sentido. Por eso procuro ir cada vez más lento, para retrasar el momento

en que me olvidaré de algo, probablemente muy importante. Lo que me obligó a caminar errante,

con el pecho vacío. Con al cabeza goteando rencor y miedo. No pude levantar la cabeza. Soy

como un fósil. Por la mañana, mientras cagaba, me di cuenta de lo difícil que era levantar la

cabeza, tenía la pared a menos de dos palmos de la cara. Miro al suelo. Me parece ver el

cielo, abierto, templado, infinito y pacífico, tanto que me quedaba para no regresar nunca. Al

levantar la cabeza sentí claustrofobia. La bajé. Era difícil levantar la cabeza porque estaba

vacía. No había impulsos ni conexiones, por eso, era un muñeco de trapo. La cabeza pesa más

vacía que llena. Caminé con la cabeza gacha para destrozar una recta y olvidarme. El sol era

agradable y no estaba cansado aún. El calor...la tranquilidad...la paz inmarcesible del

paisaje estático. Los rayos pasando a través de los árboles y chocando en mí. Empiezo a sentir

ternura, bondad. Siento cierta armonía. Una paz...La paz del que siente que por fin se acabó.

La carga invisible desaparece. Como el condenado a muerte que, horas antes, se sincera

consigo mismo, que se confiesa ante su propia alma, su verdadero juez y verdugo, y ya no teme

nada. Sentí al bondad de los rayos de sol y las caricias del aire sobre la piel. No hice

esfuerzos por levantar la cabeza. Todo a mi alrededor desaparecía a cada paso. Sentí la

tranquilidad y la seguridad de estar dormido, arropado por mi madre. Esa sensación, mientras

me alejo, cuando intento huir de mí mismo...Por fin, todo acabó. Descansa en paz.

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