domingo, 13 de junio de 2010

I. cAmBiO dE aIrEs

“Veamos. Hay varios métodos para empezar a escribir algo. Estos varían dependiendo del contenido que se prefiera mostrar. Está el escribir sobre lo pasado, basándose en acontecimientos que te han ocurrido. Esta opción es muy recurrente y dinámica porque permite contar algo con cantidad de detalles y además se pueden añadir hechos insólitos que redondeen el escrito y lo hagan más interesante.
Otra posibilidad es escribir sobre el presente, esto es, utilizando mucho más la opinión personal, casi tratándolo como si fuera un manifiesto de ideas y pensamientos. Interesante opción, muy buena para aprovechar un acceso de emoción, ira, felicidad…buena para liberarse. La tercera opción, siguiendo la misma estela, podría denominarse atajar por el futuro, pero no se, consiste en imaginar un momento estrambótico en la trasparente vida de tu personaje, a ser posible un excéntrico camarada y trabajarla guiándote hacia los aledaños de Parnasus. Buscar el delirio a partir de un punto base, lo llamaré Situación 0, que sea totalmente probable, teniendo en cuenta que en la vida puede pasar de todo, incluso una burrada; un niño gitano observa que hay un billete de 100 euros así en medio de un cruce con los semáforos en rojo, entonces cuando el niño va a por él estos se ponen en verde y el niño acaba en el hospital. Esta opción es sin lugar a duda la más interesante de todas porque en resumen es como si fueras el Dios de tu propio mundo. Pero tiene una gran pega, y es que es mucho más jodido imaginar que ver o recordar. En fin”
Por la calle, el sol acertaba de pleno entre el transcurso de hemisferios. El aire clareaba un poco la intensidad de los rayos que chocaban en la piel. Asby la recorría buscando la sombra de los árboles y evitando las miradas desde las terrazas. Siempre con la mano en un bolsillo, así se aseguraba de llevar consigo todas sus pertenencias. “Ahora donde leches he metido la libreta. Ah, aquí está!”. Varias veces al día se ponía a buscar cosas que estaban encima suyo creyendo haberlas perdido. Era un poco estúpido porque a veces era la misma cosa que estuvo buscando y que había encontrado minutos antes.
Un perro paseaba por la acera contraria a la de Asby, parecía bastante animado. Caminaba al trote con esa cara de perro, respirando a conciencia con la lengua fuera y la parte que equivaldría a las cejas de un humano totalmente relajadas dándole aspecto bonachón. El perro era grande y era exactamente el tipo de perro en el que Asby siempre encontraba una imagen facial diferente. No a simple vista una cara distinta, no, porque los perros siempre tienen caras distintas, salvo los gemelos, sino una expresión de personalidad y de sentimiento perruno. Como la del perro sarcástico, que parece que atiende a tus gestos con interés pero que en realidad está esperando que suceda algo mejor a lo que dedicarse, como que le entren ganas de mear, que se va a medio acariciar. El perro malévolo que permanece callado en la lejanía pero que al acercarte te suelta todo lo que tu peor enemigo sería capaz de despotricarte en diez segundos en código ladrido. O el perro dócil, que casi siempre está boca arriba con los ojos cerrados mientras tú le sobas con las uñas, ese que es ingenuo y un poco corto. Que siempre quiere más y más, nunca es suficiente, y venga más tocamientos, hasta que pierdes el interés.
Este parecí a ser un perro de colegueo. Un mastín blandito de blanco a marrón claro caminando a trote firme con la cabeza bien alta. Para Asby, vamos, estaba claro que, al igual que él, el perro había salido a dar una vuelta, a disfrutar del magnífico día. Asby se sentía de puta madre y el perro le hacía el paseo más amable aun; una tarde para caminar libre sin ningún peso de responsabilidad u obligación, solamente dejándose llevar por las horas.
-Don’t care what the world say, Natty Dread.
La canción tarareada…un clásico. Asby estaba de pleno emocional y sabía que era una oportunidad inmejorable para imaginar y escribir. Tenía la mente casi en blanco. Fuera cualquier mal acumulado a lo largo de la semana, el estrés y la impaciencia, fuera todo, fuera todo, menos el alma, el espíritu para poder atrapar cada momento a cada paso. Suelo, cielo, árboles, gente, coches, un perro.
Por eso había salido dos horas antes de su casa tomando el ascensor y bailando al son de un pensamiento. Cruzó la calle y siguió recto hasta encontrar el puente azul, línea divisoria entre lo cotidiano y lo posiblemente innovador, e hizo un giro a la derecha para dirigirse a la localidad vecina. Por eso llevaba sus pantalones de amplios bolsillos laterales y la mochila a cuestas con algo de comida y una toalla entre otras cosas. Porque la noche anterior Conejo le había preguntado irónicamente de dónde era:
-¿No lo conoces? –dijo Conejo- es bastante tranquilo, verdes jardines y simpáticos abueletes. No te sentaría mal marchar un día y pasarlo por allí.
-Jefe –un cliente llamó a Conejo, que fue a ver "qué coño quería".
Asby sentía curiosidad por la simple mención, mañana sería sábado y que cojones, necesitaba cambiar un poco la rutina, hacer algo distinto que le estimulara. Llevaba toda la semana rompiendo hojas escritas bajo el flexo.
-Entonces, ¿y a cuanto está de aquí? –preguntó Asby.
-Puedes coger el bus.
-No, prefiero caminar.
-Media hora más o menos –dijo Conejo-. Como dato de interés te diré que hasta hay una playa nudista, jeje, y todo –cogió un vaso con la intención de ponerse a limpiarlo, por hacer algo, pero no encontraba el trapo.
-Me levanto a las once más o menos, me pillo un bañador, un bocata y me voy a esa playa en pelotas, bueno, el bañador ni lo necesito, y me paso el día. Grande eres Conejo, aunque parece mentira que aún no sepas de dónde soy, ¿sabes de dónde soy?, si lo sabes –lanzó un cacahuete al aire y le dio en la nariz- ¿Te acuerdas cuando te presenté a esa monada a la que ahora das cobijo y sustento en tu propio negocio, bajo tu propio techo? la vi poco después de cruzar la frontera hace unos años, con esos shorts tan ajustados, creí que era un espejismo. Aquella misma tarde la traje aquí, no tenía casa y no sabía qué hacer con ella, asique nos emborrachamos, luego, tú fuiste quien se llevo el premio gordo cabronazo.
-No lo niego Asby, jeje, bastante gordo, y muy lindo por cierto.
-¿Cómo va todo Erika?
Erika era la camarera empleada y a la vez amante y señora de Conejo, su dama entre las sábanas y la dueña de su hombría, también era su excusa para cerrar el bar más pronto que de costumbre o para pasarse días como en trance sudándosela cualquier cosa.
-Asby, tú deberías estar escribiendo un libro o cavando una fosa para plantar algo antes que pasarte el tiempo aquí, hablando bobadas con ese idiota –desde luego Erika estaba preciosa cuando bromeaba de esa forma.
-De hecho estoy tratando de escribir uno –dijo Asby sonriendo.
Erika estaba realmente sexy en ese momento dentro de su falda a cuadros azules, colocando delicadamente las copas que había en las mesas sobre la bandeja que sostenía en su mano izquierda y con la otra pasando el paño con maestría y delicadeza por su superficie dejándola impoluta. Nos ofrecía exactamente personificada la imagen que quería darnos: estáis a mis piernas, y tú, Conejo, me lo comes. Según Asby, Erika podría llegar a ser una magnífica buscavidas, a lo Paul Newman pero en tía.
-Cada día te veo mejor Erika, pareces más joven –Erika se rió y Asby encendió un cigarro- Pues eso –dijo dirigiéndose a Conejo- entonces, ¿hasta cuándo abre dicha playa? -Conejo soltó una carcajada y Erika que también lo había oído rió con él- mañana mismo me voy de tránsito en busca de caribeñas.
Asby terminó su cerveza y pidió otra a Conejo. Estuvo hablando allí con él hasta no demasiado tarde. “Nosotros mismos hemos estado varias veces” le había dicho Conejo, “la arena está limpia y es muy fina, te va a gustar, jeje”.
Aquella noche Asby durmió de puta madre, soñando cómo Erika se bañaría en aquella playa, de la misma forma en que fue creada en su universo, totalmente desnuda.

(...)

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