viernes, 18 de junio de 2010

oJaLá eL dEl MaRtIlLo TrAbAjE mAñAnA

-Tom.
Tom estaba reclinado en el banco como si estuviera seguro de poder hacerlo. Estaba motivado y no había preparado nada, improvisaría.
-Tom, alguien nos está mirando.
-¿Qué dices Peg? -dijo Tom
-Que alguien nos está mirando.
Hoy Peggy llevaba su vestido de flores y la diadema rosa a juego, siempre, nada más ponérsela sonreía como si hubiese acabado una ceremonia.
-¿Y qué?
-Así es imposible Tom, siento que me están espiando o algo así –se giró con disimulo casi inapreciable y se colocó la diadema.
Aunque el ritual siempre era rápido y gratificante, ella tenía que seguir manteniendo su imagen de estatus a lo largo del día. No quería dejar de ser la reina. Le cogió la mano a Tom y dijo haciéndole un soslayo de mirada:
-¿Te vas a quedar ahí como si nada?
-¿Y qué quieres que haga? –Tom se giró y se puso a observar a ver si encontraba a ese tal espía- No se Peg, ¿te estás poniendo tonta?
-Si ese hombre dejara de mirar hacia aquí sería mucho más fácil.
-¿Qué hombre Peg?, yo no veo a nadie –era cierto, por mucho que mirase no veía nada raro ni a ningún hombre espiando, y no es que no fuera atento: cruzando la calle un gato había trepado tres metros hasta un tejado, más adelante un semáforo dejo de ser intermitente, acababa de salir un joven del portal …53 y había cinco taxis junto a la acera de la fuente, dos de ellos vacíos . Tiendas, algún bar abierto, dos librerías- "¿Qué cojones de hombre dice esta?"
-Tom, cuando dijiste de venir aquí sabías lo que decías ¿no? –Peggy se acercó hasta pegarse a su brazo.
-Claro que si Peg, sé que te encantan los parques de noche, y que te asustas fácilmente.
Peggy le dio con su muñeca en el hombro mordiéndose el labio inferior.
-No digas bobadas Tom, y ven aquí.
Tom hizo una pausa mínima para considerar los pros y los contras, pero no llegó a los contras. Le hizo un lazo con las extremidades superiores y le dijo:
-Peg –hizo otra pausa- ¿no eres mayor para seguir llevando diadema?
Peggy le dio otro golpecito esta vez en el pecho. Allí quedaron sus delicadas manos mientras le metía la lengua.

Hacía demasiado calor para estar en Enero al aire libre. La verdad era que Tom no había estado allí ninguna otra vez. Cuando iba caminando se le ocurrió soltar lo de “sitio especial” porque estaba un poco cansado de tanto paseo y porque tenía un par de chinas en la zapatilla, pero ni por asomo sabía que cerca había un parque. Probablemente ni siquiera estaba seguro de por dónde tendría que ir cuando volvieran.
-Otra vez. Tom, ahí está, lo he visto.
-Creí que tenías los ojos cerrados.
-¡Mira! –le dijo en bajo-, allí donde el garaje.
Tom no veía a nadie pero se levantó.
-No te preocupes Peg, yo siempre llevo la navaja por si hay que destripar algún cerdo –le encantaba tomarle el pelo con frases en blanco y negro distorsionadas- Sal de ahí colega, esta chica quiere hablar contigo.
-Tom, deja de hacer el tonto, no hables tan alto.
Tom se volvió a sentar, la ató con los brazos y se acercó hasta verla borrosa.
-Peg, da igual, cuantos más disfruten mejor.
Peggy ya se había diluido en aquella copa de Old Fashion. Dos sonrisas Chocaban y los dientes chirriaban.

FINAL. 1_(el corto)
-¿Quieres hacerlo? –dijo Tom en su caverna auditiva.
-Si.
Y entonces se fueron.

FINAL.2_(el más largo)
-Tom, ¿y si es peligroso? –Peggy interrumpió la escena.
-Vamos Peg…
-Me refiero a ese hombre.
-Vamos Peg…
-Tom.
Tom estaba empezando a calentarse pero de otra manera, se puso de pie y dejó salir una exhalación de no hay más remedio.
-Donde dices que es –“no veo una mierda”, pensaba Tom.
-Allí donde ese garaje, donde el buzón rojo.
Tom se dirigió hacia allí. “Ya me está empezando a tocar los cojones”. Tenía un cigarro roto en un bolsillo del pantalón, se encendió un trozo y volvió a exhalar aire. “Mira que es difícil”.
Cuando llegó al borde de la carretera se dio cuenta de que había un tipo de forma dentro de unos soportales.”¿Estaré ciego?”. Tiró la colilla y fue cruzando la calle sin quitarle el ojo a aquella silueta extraña. Era como de una persona del futuro. Parecía tan inquietantemente proporcional y pulida, allí enfrente, de pie con una postura del que espera. Tom sintió una sensación rara. En realidad no era una sensación rara, sino una mezcla de curiosidad, confusión y algo de desconfianza, por no decir algo de cobardía. Se paró un momento antes de entrar en el jardín, lo cruzó, y vio realmente lo que era:
Dentro de un local de trescientos diez metros cuadrados, absolutamente vacío salvo por sus pilares, había un maniquí como los que son como un muñeco y son empleados por los dibujantes y otros artistas seguramente (y otros de adorno), con una camisa de leñador a cuadros. En la bombilla que tenía por cabeza alguien le había pintado unas gafas y una boca como diciendo “o”.
-Me cago en la puta -pensó Tom- el maniquí este, tanta mierda. Pues no he estado a punto de aflojarme el vientre encima…
Tom volvió al banco donde se encontraba impaciente Peggy.
-¿Lo has visto? –dijo con seriedad.
-Si. Lo he visto –la miró y puso una mano en su muslo-, ha sido impresionante –se paró-, pero no te lo puedo contar –empezó a reírse un poco a boca suelta.
-Tooooooooom.
-Está bien –paró de nuevo y volvió a reírse- Está bien Peg, escucha. Cuando me he acercado he visto a lo que te referías. Era un maniquí, bueno un muñeco de esos grandes, que también los hay pequeños, que venden en las tiendas de material artístico y que en realidad cuestan una pasta. He estado hablando con él y me ha dicho que mi novia estaba muy buena. Ja Ja. Le he dicho que no eras mi novia.
-¿Y qué? –Peggy había quedado disconforme.
-Me ha propuesto hacer un trío –le sostuvo la mirada todo lo que pudo hasta que dijo:
-¿Quieres hacerlo?
-Si.
Y entonces se fueron.

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